Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100059
Legislatura: 1882-1883
Sesión: 24 de enero de 1883
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 26, 390-391
Tema: Rectificando en el debate sobre juramento de los Sres. Senadores al tomar posesión de su cargo.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. VICEPRESIDENTE (Montejo y Robledo): La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Yo agradezco a mi distinguido amigo el señor Corradi los buenos propósitos que tiene respecto a la proposición que ha defendido, y hasta los que hubiera tenido en el caso de que yo le hubiera hecho alguna indicación para evitar los conflictos que pudiera acarrear al Gobierno este debate sobre la fórmula del juramento.

No es que tema yo estos conflictos: lo que yo temo es que se le dé a la fórmula del juramento un carácter de apasionamiento político tan grande, que vayan a perjudicarse la misma fórmula y el mismo resultado que todos vamos buscando, y en este sentido creía yo que no era este el momento oportuno para tratarla, porque preveía la dificultad del asunto, como preveo las diversas opiniones que se emiten respecto de la fórmula del juramento.

Apenas hay un Senador que se levante, que no dé una fórmula distinta a la que han dado otros Sres. Senadores; de aquí el que se dividan las opiniones; y en este sentido decía yo que no me parecía conveniente este momento para tratar de esta cuestión, y que debemos escoger otro en que puestas de acuerdo las personas importantes de todos los partidos, busquemos una fórmula que resuelva todas las dificultades.

Así es que puesta la cuestión en el terreno de modificar la fórmula del Reglamento, debemos de esperar el instante necesario para ponerla en armonía con la Constitución del Estado, porque he visto después de todo lo que ha pasado, después de las fórmulas que se estudian, que la mejor es la más antigua; porque, señores, en estas cosas puede mucho la costumbre, la tradición, la historia, la sanción del tiempo, que es una gran sanción.

Por consiguiente, puesto que hay necesidad de poner en armonía la fórmula del juramento con la Constitución del Estado, pongámosla, pero pongámosla con la menor modificación posible, dejando la fórmula tal como estaba, con su carácter religioso. Es tan difícil variar una fórmula que ya tiene la sanción del tiempo, que, francamente, preferible sería en ese caso suprimirla, porque había variaciones que no podían de manera alguna admitirse, pues todo aquello que no esté dentro de la fórmula queda desairado ante el acuerdo del Senado, y no hay medio posible sin gran quebranto para los intereses públicos, de desairar a ningún Poder del Estado.

En este sentido, más bien que pasar por ese desaire, era mejor abolir por completo la fórmula, y yo, para evitar todas estas dificultades, aconsejaba a mi distinguido amigo el Sr. Corradi que retirara su proposición, una vez que ya ha expuesto sus ideas; aconsejaría también, si puede llegar hasta ella mi consejo, aconsejaría a la Comisión, que tiene presentado un dictamen en el cual hay un voto particular, que lo retirara (El Sr. Marqués de Molins: Pido la palabra), y luego se entrara en una reforma reglamentaria, pronto, inmediatamente, en la cual se propondría también la [390] reforma de este artículo, y que no tuviera por objeto más que poner en armonía la fórmula del Reglamento con la Constitución del Estado, para evitar las dificultades a que puede dar lugar en esta Cámara un Sr. Senador, o un Sr. Diputado en la otra, que no sea católico apostólico romano como lo somos todos, y que tenga reparo en jurar sobre los Santos Evangelios. Pues si la Constitución autoriza la elección de un Diputado que no profese la religión católica apostólica romana, no veo yo medio de obligarle a jurar sobre los Santos Evangelios para ser Diputado, una vez que no profesa la religión y sabiendo que se jura en ese sentido. Para evitar dificultades en el porvenir (y en bien de todos, porque estas dificultades son las que agrian, son las que exasperan más los ánimos, son las que separan más los partidos, las que enconan más las pasiones), es necesario, señores, que en bien de nuestro país, por los intereses más sagrados de la Patria, evitemos estas dificultades con transacciones de honra para todos, que no lastiman a nadie. He dicho. [391]



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